CELEBRANDO LA VIDA CON SIGUR RÓS
Cuando Álex me prestó el documental Heima (casa) de Sigur Rós me
advirtió de que era un reportaje cambia vidas, es muy máximo dijo,
prepárate. No esperaba menos de esta banda estratosférica pero, aún puesta
sobre aviso, el impacto emocional fue brutal, imposible permanecer inmutable
ante tanta belleza.
En el verano de 2006 tras una gira por todo el mundo Sigur Rós
volvieron a casa para dar una serie de conciertos gratis y sin anunciar en
Islandia. Tocar en su tierra natal era para la banda una especie de prueba y al
mismo tiempo una manera de decir gracias, de devolver el favor. Como ellos mismos declaran Islandia sigue siendo su refugio, su hogar, y todo lo que conlleva el show business lo dejan en el extranjero.
Sigur Rós son vitalidad, euforia, fuerza, y al mismo tiempo la delicadeza y el sentimiento más puros, sentimientos y emociones que en este caso se disparan gracias a las espléndidas
localizaciones escogidas por la banda, inmensas extensiones de tierra y paisajes sobrecogedores que desde el primer minuto te dejan sin palabras. En Heima la
presencia de la naturaleza es fundamental, una coprotagonista de lujo que
embellece aun más las composiciones de los islandeses, a medida que se suceden las
imágenes y las canciones el asombro va en aumento y te va envolviendo una sensación de comunión con el universo, de paz. Un delicioso regalo para nosotros y
para las pequeñas localidades a las que llegan, pueblos poco acostumbrados a
grandes acontecimientos en los que toda la población acude en masa a ver el espectáculo,
familias enteras, jóvenes, niños, ancianos, todos sonríen y conectan con la
música, todos forman parte de esa exaltación de la vida porque no
hay barreras, solo emoción.
Pocas bandas crean en sus conciertos atmósferas tan envolventes como
Sigur Rós, juegos de telas, luces y
sombras hacen de sus actuaciones experiencias extrasensoriales difíciles de
olvidar, pero en estos recitales sin artificios la banda consigue superarse creando momentos únicos de belleza inagotable. En una ocasión acuden al parque natural de montaña más grande de Europa para dar apoyo a la protesta contra la construcción de un embalse para producir
energía. Acompañados como en toda la gira por el portentoso cuarteto de cuerda
Amiina, deciden tocar totalmente en acústico dado el motivo de la reivindicación. Los
ocho componentes se ven diminutos ante la grandeza que les rodea y les envuelve cierta aura de tristeza por esa
violación del entorno, por esa herida por parte de la industria, porque la naturaleza es parte
de su ADN, Islandia es un lugar único en el mundo y crecer allí tiene que hacer
que establezcas una relación genuina con ese entorno. Y entonces el silencio se
rompe por los primeros acordes, los violines, las guitarras y luego la voz de Jónsi que fluye perfecta, y algo tan sencillo se convierte en sublime, de piel de gallina.
Sigur Rós son una banda ligada a su tierra y por eso hay una constante aproximación a sus raíces, a los antiguos cantos de rimur a través de los coros de los distintos pueblos de Islandia, colaborando con Steindór Andersen que con su voz cálida y grave nos transporta a otra época, o tocando las maravillosas marimbas de ruibarbo centenario hechas por Palli, un artista que vive en medio del campo y golpea cientos de piedras en busca de un sonido. La música de Sigur Rós es terrenal y celestial, festiva y etérea, dura como una piedra y ligera como una nube. Es dejarse invadir por un poderoso impulso vital, volver a ser niño, poder asombrarse, ser feliz. Es ponerlo todo al servicio del sentimiento, incluso la palabra, canciones cantadas en su lengua natal (ya en desuso) o en vonlenska, ese lenguaje propio fruto de la creatividad sin límite de Jónsi en el que cada sonido se amalgama a la música como si hubieran estado destinados a estar juntos. Tan incomprensible y universal. Yo creo que no la ha inventado él y que esa jerigonza se habla en un remoto planeta, Jónsi el extraterrestre que ve cosas que nosotros no podemos ver, tímido genio de voz cristalina capaz de perforarte el corazón. Como ya he dicho otras veces Sigur Rós juegan en otra liga, no se les puede comparar con nadie porque nadie hace lo que hacen ellos, magos creadores de pequeños milagros sonoros, maestros de intensidad desmedida.
Ardua tarea describir Heima con palabras, y en mi intento me doy cuenta de que ni me he acercado porque tanta grandeza se me escapa, no puedo abarcarla ni limitarla en definiciones. Tenéis que verlo, que sentirlo.
Sigur Rós son una banda ligada a su tierra y por eso hay una constante aproximación a sus raíces, a los antiguos cantos de rimur a través de los coros de los distintos pueblos de Islandia, colaborando con Steindór Andersen que con su voz cálida y grave nos transporta a otra época, o tocando las maravillosas marimbas de ruibarbo centenario hechas por Palli, un artista que vive en medio del campo y golpea cientos de piedras en busca de un sonido. La música de Sigur Rós es terrenal y celestial, festiva y etérea, dura como una piedra y ligera como una nube. Es dejarse invadir por un poderoso impulso vital, volver a ser niño, poder asombrarse, ser feliz. Es ponerlo todo al servicio del sentimiento, incluso la palabra, canciones cantadas en su lengua natal (ya en desuso) o en vonlenska, ese lenguaje propio fruto de la creatividad sin límite de Jónsi en el que cada sonido se amalgama a la música como si hubieran estado destinados a estar juntos. Tan incomprensible y universal. Yo creo que no la ha inventado él y que esa jerigonza se habla en un remoto planeta, Jónsi el extraterrestre que ve cosas que nosotros no podemos ver, tímido genio de voz cristalina capaz de perforarte el corazón. Como ya he dicho otras veces Sigur Rós juegan en otra liga, no se les puede comparar con nadie porque nadie hace lo que hacen ellos, magos creadores de pequeños milagros sonoros, maestros de intensidad desmedida.
Ardua tarea describir Heima con palabras, y en mi intento me doy cuenta de que ni me he acercado porque tanta grandeza se me escapa, no puedo abarcarla ni limitarla en definiciones. Tenéis que verlo, que sentirlo.
Si me pierdo buscadme en Islandia... (A ver si se me pega algo).
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